En estos últimos días me he leído de la biblioteca varios comics de Blanco Humano: con guiones de Peter Milligan en todos los casos primero fue una miniserie de idéntico título y de dos comics dibujados por Edvin Biukovic, a continuación Montaje final (con dibujos de Javier Pulido, la portada del cual acompaña a esta reseña) para acabar con Vivir en Amerika, En el nombre del padre y El usurpador (con Cliff Chiang a cargo del aspecto gráfico en la mayoría de ellos). Todos ellos son de editados por Norma Comics dentro de la línea Vertigo de DC, orientada a lectores más adultos.
La premisa de esta serie de comics es seguir los avatares de Christopher Chance, experto en el disfraz y dispuesto a sustituir a todo tipo de personas amenazadas de muerte volcándose totalmente en la personalidad de su cliente hasta el punto de llegar a dudar sobre su verdadera identidad. Eso si, cuando la amenaza (sea una banda criminal, un amante resentido o algún psicópata) hace acto de presencia, el especial entrenamiento del protagonista hará que le de una buena lección como para que no vuelva a atacar a su víctima, que durante toda la acción suele estar en un lugar seguro. Esta serie de comics ha servido de base a dos series de televisión, una de 1992 que tuvo una única temporada, y otra que comenzará en 2010, y que está por ver si conseguirá mantenerse más que su antecesora, que no tuvo mucho éxito.
El comic tiene ese tono de aventura urbana de aire realista que se ve en las actuales peripecias de Punisher, personaje con quien le veo paralelismos en lo de personaje mayormente solitario pero con recursos autosuficientes para llevar a cabo sus encargos (lo que pasa que donde Frank Castle pone más fuerza bruta, el protagonista de Blanco humano juega más al equívoco por su habilidad con los disfraces). Eso si, ambos no tienen problema en matar al agresor si es por una buena causa, aunque el protagonista de este comic, cuando es verdaderamente él mismo, tiene una imagen de playboy que me recordó a Bruce Wayne (el alter-ego de Batman) De hecho la comparación con Punisher la hago porque el personaje de esta serie nació en viñetas en los años 70 a cargo de Len Wein y Carmine Infantino por lo que no me extrañaría que hubiera visto la luz gracias a la moda de justicieros urbanos que hubo por aquella época y que popularizó en cine Charles Bronson (y que fue la que hizo surgir al anteriormente citado Punisher en la editorial Marvel).
En este caso, y ante mi desconocimiento de los inicios de esta serie, los comics aqui citados constituyeron una lectura pasable aunque flojilla, ya que por mucho que se intente justificar al protagonista, sus motivos para convertirse en objetivo del pirado de turno son más bien bastante peregrinos (¡el tipo lo hace porque le gusta!) y de una lógica en ocasiones cogida con pinzas (como si fuera una especie de Misión Imposible). Pese a ello hay que reconocer lo bien que mantienen el ritmo (de hecho no me extraña su traspaso a pantalla catódica ya que muchas de sus historias tienen pinta de serie de televisión).
LO MEJOR: Se deja leer sin pretensiones y mantiene un ritmo correcto.
LO PEOR: Los motivos del protagonista, por mucho que se quieran justificar, resultan poco creibles.