Macbeth

Tengo que reconocer que nunca he tenido especial afición por la obra de William Shakespeare, siendo mi mayor acercamiento cuando el joven Kenneth Branagh adaptó unas cuantas de ellas, de las cuales recuerdo la simpática Mucho ruido y pocas nueces (con un gran reparto en el que debutó la ahora famosa Kate Beckinsale) o el clásico Hamlet (que con sus cuatro horas de metraje sigue ostentando el record de ser el film más extenso que he visto en una sala de cine)

Como es natural no cometeré la blasfemia de ningunearlo, si bien el célebre autor ha dado para multitud de formatos como una novela de humor de David Safier, un episodio de la serie Doctor Who o el film de 1998 Shakespeare enamorado, sin olvidar la divertida adaptación de Hamlet con Arnold Schwarzenegger de protagonista que se vió en la reivindicable El último gran héroe.

Pero para centrarnos en materia, lo primero es reconocer que no he leído la obra literaria, así como tampoco he visto sus adaptaciones anteriores (en la que constan nombres tan ilustres como Orson Welles, Roman Polanski o Akira Kurosawa), pero me decanté por la presente ya que despertó mi curiosidad, sobretodo por sus dos protagonistas más que por su director (un Justin Kurzel del que reconozco no haber visto, hasta la fecha, nada de su filmografía)

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Spectre

Si los estrenos del 2015 destacarán en algo es por la buena salud que tienen las películas de espias, porque tras las acertadas Kingsman: Servicio secreto y Misión Imposible: Nación secreta ahora nos llega la entrega 24 de la larga franquicia de James Bond, y lo hace con un título brillante cuyo desarrollo ya deja entrever un final de ciclo para Craig (lo que lo igualaría al anterior Pierce Brosnan, que también estuvo cuatro películas como 007).

La actual etapa de la serie se inició con la (bastante) acertada Casino Royale, siguió en la (tan solo) correcta Quantum of solace y mejoró en Skyfall, de la que ahora repite no solo Daniel Craig como Bond sino que además Sam Mendes como director. De esa manera Spectre convence con creces y ha sido toda una agradable sorpresa, hasta el punto de que creo que estamos ante (casi) la mejor entrega de la etapa Craig.

Si con Muere otro día (el último Bond de Brosnan) se hizo una película con muchas referencias a los episodios anteriores (con motivo de ser el vigésimo título de la extensa saga), otro tanto sucede aqui, donde son fáciles de localizar los guiños a Goldfinger o Al servicio secreto de su majestad, si bien son las tres películas previas las que tienen más peso en la historia, para que todo quede hilvanado y sean tan solo estaciones de paso hacia el ¿final? de trayecto que aqui tenemos.

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