No es que ahora no me guste, porque sigue siendo una de mis series preferidas, pero la GRAN afición que tenía yo por Doctor Who se ha perdido, algo evidente tras su octava temporada, la más floja hasta la fecha. Y es que aunque en esta serie sea lógico esa continua evolución con las regeneraciones del protagonista o sus cambios de compañeros de viaje, tengo que reconocer que ya no consigue emocionarme como antes, notándose cierto cansancio y reiteración a la fórmula (ya que ha habido episodios en esta octava temporada que podian haber sido emblemáticos pero que al final acaban siendo tan solo aceptables cuando no más de lo mismo)
En mi caso me enganché a Doctor Who en 2011 en su quinta temporada, y primera de Matt Smith como protagonista (y de ahi en adelante) mientras recuperaba todo lo previo cuando las cadenas de televisión de este pais (en mi caso Boing y el extinto 3XL) se dignaban a emitirla (que esa es otra…) Sobra decir que mi doctor favorito sería David Tennant, si bien el citado Smith no quedaría muy lejos, en especial (y eso SI que me marcó) por sus compañeros de viaje: Amelia Pond, Rory Williams y River Song (sin duda los mejores desde la inicial Rose Tyler de Billie Piper)
Cuando se realizó el cambio a la Clara Oswald de Jenna Coleman lo noté, ya que aunque la metieran dentro de la línea temporal del Doctor, su Chica Imposible se me hizo eso mismo (imposible) y aunque la actriz le pone esfuerzo (algo evidente en esta octava temporada) y belleza (el Doctor sigue teniendo buen gusto) siempre estará para mi un escalón por debajo de la antes citada Amelia Pond, algo más evidente en esta octava temporada con la inclusión de Danny Pink, que ha venido a ser una especie de Rory al que lo mejor que le ha pasado es lo que le pasa en su ¿final? (porque el próximo destino de la serie puede estar en explorar los mundos del Más Allá, uno de los puntos positivos de esta octava temporada)
El gran acierto creo que ha sido Peter Capaldi, ya que tras dos doctores más o menos jóvenes que fueron Tennant y Smith, con el actual se recupera un poco el origen de la serie, ya que coincide que fue a los 55 años cuando William Hartnell encarnó al primer Doctor en 1963, siendo esa misma edad con la que lo ha tomado Capaldi en la actualidad. Su introducción se puede considerar heredera de la del Scrooge de Dickens (y para más enfasis el primer capítulo fue en la época victoriana, junto con otros dos buenos personajes como son Madame Vastra y Jenny) siendo durante toda la temporada un Doctor sin duda menos carismático y más gruñón que en encarnaciones previas.
La contradición entre defectos y virtudes se me hizo especialmente palpable en su doble capítulo final, donde se da explicación al personaje de Missy (a cargo de Michelle Gomez) recuperando a uno de los villanos clásicos del Doctor (The Master), pero es justo ahi cuando una idea a priori atractiva (los muertos se regeneran en Cybermen) queda un tanto difusa por la sobreactuación (y poca credibilidad) de la villana, una especie de versión maligna de Mary Poppins (en su aspecto) Pero pese a ello la serie sigue teniendo momentos de brillantez (aunque cada vez menos), que es lo que anima a seguir con ella.
Puede que haya llegado la hora en que Doctor Who no solo se regenere frente a las cámaras sino también tras ellas, puede que Steven Moffat ya haya dicho todo lo que tenía que decir (no en vano lleva desde el relanzamiento de la serie en 2005, primero como guionista y luego como showrunner) debido a lo cual en muchas ocasiones esta octava temporada ha dado la sensación de ser más de lo mismo (más daleks, más cybermen, menos sorpresas) pero sin la chispa inicial, en parte perdida por haberse abusado de ciertos recursos que dificultan cada vez más la sorpresa del seguidor.