Entre machacas y becarios

Green Room

En el cine de terror actual la sorpresa brilla por su ausencia, y si nos centramos en el género del slasher (asesino en serie con máscara degollando tiernos jovencitos) ya no digamos, porque las enésimas entregas de matarifes como Freddy Krueger, Michael Myers, etc. dan fé de que se les ha sacado todo el jugo posible. Admito que lo previsible de esas películas para el espectador actual va en detrimento de las mismas, pero resulta dificil a estas alturas innovar en un género que se mueve por parámetros preestablecidos que dan poco pie a la novedad.

Entonces es cuando surge un título del que no habias oido hablar antes (como es el caso), que recibe críticas entusiastas y que, como toda película de terror, te venden como “lo más” hasta el punto de haber espectadores que no pudieron soportarla y tuvieron que salir de la sala (aunque esto último creo que se viene usando desde la época de El Exorcista, por lo que tampoco sería un recurso muy nuevo que digamos) Cuidado, porque en ocasiones esa promoción previa SI esconde una GRAN película, como pasó con La cabaña del bosque, pero ese no es el caso de la que nos ocupa.

Admito que los tópicos serial-killers pueden pecar de previsibles, y que sus víctimas son mera carnaza que está buscando morir, pero en su origen la cosa no era así, aunque luego se tiró de esquema y se repitió hasta la saciedad. Por eso que si Green Room quería inquietar (al menos a mi) me tenía que haber presentado a los personajes, y no dejarlo todo en un “buenos contra malos” donde al final me resultó indiferente quien vivia y quien moría (incluso a nivel sangriento la cosa no es que ofrezca mucha novedad, porque lo de un perro desgarrando la garganta de una víctima, que sería lo más llamativo, es una escena oscura con poca precisión hacia el detalle)

Otro detalle previsible es que los actores más conocidos del reparto llegarán vivos hasta el final, e incluso me atrevo a decir que estando cada uno en un bando, la confrontación final los enfrentará (que es lo que ocurre con los personajes a cargo de Anton Yelchin y Patrick Stewart) Y ya por no hablar de lo PREVISIBLE de que la banda protagonista se vaya a tocar a un garito perdido de la mano de Dios donde resulta PREVISIBLE que seguro que pasará algo (y en donde, hablando sarcásticamente, ¡efectivamente pasa algo!) A su favor se puede admitir que puede tener momentos de angustia para el espectador poco dado a este género, pero sin empatia no hay simpatia, por lo que en mi caso tanto me daba quien mataba a quien, cuando, donde y como.

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