Tengo que reconocer que nunca he tenido especial afición por la obra de William Shakespeare, siendo mi mayor acercamiento cuando el joven Kenneth Branagh adaptó unas cuantas de ellas, de las cuales recuerdo la simpática Mucho ruido y pocas nueces (con un gran reparto en el que debutó la ahora famosa Kate Beckinsale) o el clásico Hamlet (que con sus cuatro horas de metraje sigue ostentando el record de ser el film más extenso que he visto en una sala de cine)
Como es natural no cometeré la blasfemia de ningunearlo, si bien el célebre autor ha dado para multitud de formatos como una novela de humor de David Safier, un episodio de la serie Doctor Who o el film de 1998 Shakespeare enamorado, sin olvidar la divertida adaptación de Hamlet con Arnold Schwarzenegger de protagonista que se vió en la reivindicable El último gran héroe.
Pero para centrarnos en materia, lo primero es reconocer que no he leído la obra literaria, así como tampoco he visto sus adaptaciones anteriores (en la que constan nombres tan ilustres como Orson Welles, Roman Polanski o Akira Kurosawa), pero me decanté por la presente ya que despertó mi curiosidad, sobretodo por sus dos protagonistas más que por su director (un Justin Kurzel del que reconozco no haber visto, hasta la fecha, nada de su filmografía)
El duo que encabeza esta adaptación está formado por dos actores tan solventes como Michael Fassbender (que se hizo famoso para el gran público tras ser el joven Magneto en la precuela de los X-Men) y Marion Cotillard (actriz francesa que ha trabajado para directores como Steven Soderbergh o Christopher Nolan, entre otros), una pareja que volverá a coincidir en la adaptación del famoso videojuego Assassin’s Creed que se está rodando en estos momentos, bajo la dirección del mismo responsable de esta película… y que espero que sea mejor que esto.
No voy a negarle sus (escasas) virtudes a este Macbeth, ya que sin duda detalles como la fotografía y el apartado artístico son fascinantes. El problema radica en un guión que te deja más frio que el helado viento que corre por esos paisajes de Dios donde está ambientada la historia, ya que en ningún momento consiguió transmitirme ese estilo de drama tan propio de Shakespeare (pese a los evidentes esfuerzos por parte de la pareja protagonista) Estoy seguro que en manos del antes citado Kenneth Branagh lo más seguro es que hubiera tenido mejor suerte esta adaptación, ya que la presente es sin duda todo un aburrimiento.
El principio de la película ya resulta mosqueante, con unas batallas rodadas a cámara superlenta que parecen querer seguir la estética de 300 de Zack Snyder (si bien yo tenía la confianza en que esto fuera una especie de Braveheart) Al final ni lo uno ni lo otro, ya que el director desaprovecha momentos que podian haber dado más “sustancia” a la historia (como en el inicio el encuentro con las brujas videntes) facturando casi dos horas de tedioso teatro filmado. Ignoro la fidelidad al texto original pero puedo asegurar que viendo una película como esta se te quitan todas las ganas de averiguarlo, ya que Kurzel (el director) opta por una solemnidad que a todas luces le queda grande.
Marion Cotillard es extremadamente hermosa