Entre machacas y becarios

“Ni pies ni cabeza” – Juan Carlos Córdoba

No todo es literatura seria en esta vida, así que hoy toca un libro ameno, fácil de leer y muy divertido.

El título completo, como podéis ver en la portada del libro, es: “Ni pies ni cabeza. Una novela de picoletos sobre el patriotismo y las distintas formas de liarse un porro”.

El escritor, ex – cabo primero de la Benemérita y Secretario General por la provincia de Madrid de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (el “Sindicato”), hace una crítica bastante dura del Cuerpo, tachándolos de vagos, adictos a las sustancias ilegales, puteros, fachas… Aunque con una guasa que te partes la caja.

El libro empieza con el hallazgo del cuerpo de un cabo primero de la Guardia Civil, perteneciente al “Sindicato”, muerto y sin pies ni cabeza, ¿adivináis quién es el fiambre?. Pues encima lo encuentran dos compañeros que van a sobar a un lugar escondido de la sierra, cerca del Valle de los Caídos, porque van hasta arriba de alcohol y de porros, y lo descubren después de atropellarlo.

¿Quieres saber qué va a pasar después? Ya sabes, lee el libro 😉

Eso sí, os doy un adelanto de una parte con la que no podía parar de reir:

La llamada la atendió Luisito, sobresaltado y somnoliento:

– Mamá, déjame un rato más…

– ¿Cómo que mamá? Soy el alférez. ¡Que se ponga Vila!

Vila, que seguía con el crucigrama, no se enteró de la llamada del alférez.

– Otra. Siete letras y empieza por A. Persona cuyo desarrollo intelectual es deficiente.

– El alférez – dijo Luisito pasándole el teléfono.

– Vale que el alférez sea un poco gilipollas, pero no te pases.

– Que no. Que el alférez está al teléfono. Que se ponga.

– ¡No hace falta que se ponga si ya le oigo de puta madre!

– A sus órdenes, mi alférez.

Vila se puso de pie y se cuadró. El taconazo sonó como una carambola de billar.

– No me seas comepollas y comunícale al cabo Elías que pase a ver al coronel jefe.

– A sus órdenes, mi alférez.

– Ah, Vila, y que sepas que te he oído. ¡Anormal!

Y colgó.

¡ANORMAL! Ésa era la palabra. Terminó el crucigrama y cogió el teléfono que todavía empuñaba Luisito:

– Gracias mi alférez – le dijo a nadie -. Elías, escúchame con atención…

– Atiéndeme. – Seguía mirando por la ventana sin saber que el sargento había terminado el crucigrama.

– Eso. Atiéndeme, gilipollas.Tienes que presentarte en el despacho del coronel.

Es un libro que recomiendo a todo el mundo, sobre todo a los Guardias Civiles y militares, que hay que saber reírse de uno mismo.

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