No soy jugador, lo admito. Igual es por mi caracter pero no suelo tener paciencia para ponerme delante de una pantalla a machacar un joystick (o el teclado del ordenador) porque al final me enerva bastante. Es que además, es una cosa que nunca me ha llamado la atención, aunque no por ello negaré que conozco los más mediáticos y alguna que otra vez he probado algunos tipo Tetris (si acaso el que manejo mejor) o alguna de las múltiples versiones de Super Mario. Pero vamos, que yo nunca he sido de esos que estan horas y horas “dale que te pego” al jueguecito de marras (y con los que hay ahora en tres dimensiones ya es que hasta me mareo, reconozco que si me quedé anclado en algo serian los juegos de plataformas clásicos)
Con este preámbulo lo único que quiero dejar claro es que he ido a ver este film sin ninguna referencia previa más allá de la fama que logró el juego en su momento (de hecho resulta extraño que esta película haya tardado tanto ya que lo lógico hubiera sido aprovechar el boom que tuvo en su momento) Lo que me he encontrado ha sido un título muy simple en su historia aunque toda una explosión de color para la vista, que en algunos momentos me ha recordado a los clásicos dibujos de los Looney Tunes por sus gags y su ritmo frenético (el cual se desborda durante su media hora final), si bien sin el carisma de los mismos ya que se realiza un uso excesivo del slapstick que puede ser un poco agobiante de cara al espectador adulto.