Los hermanos Coen tienen su propio universo y en No es país para viejos nos lo muestran una vez más: los personajes van a la deriva intentando no naufragar, te da la sensación de que no hay nada escrito, no existe el destino ni hay moraleja posible. El malvado no es siempre castigado ni el policía caza siempre al ladrón. En el universo Coen no hay justicia ni empatía posibles.