Ya sé que hablar de una leyenda del rock es perder el tiempo, que nadie va a leer este post y que el viejo huraño Dylan va a seguir siendo un desconocido para la mayoría de la gente (aunque muchísimas de sus canciones nos suenen) pero no puedo evitarlo.
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El luchador (The Wrestler)
Randy “The ram” Robinson es un ex-luchador profesional que ahora malvive en el circuito independiente.
Soy fan de Darren Aronofsky desde que vi su imprescindible Réquiem por un sueño. Es el film más perturbador que recuerdo haber visto en años. La nueva película de este tipo es mucho más convencional, menos arriesgada formalmente, pero igual de notable.
Aronofsky ahonda sin problemas en las miserias de un antiguo campeón que lo ha echado todo a perder: ya no es joven, ni tiene amigos verdaderos, ni familia, ni futuro como luchador. Sólo vive de recuerdos y apenas consigue pagar el mísero alquiler.
La visión sórdida del mundo de la lucha libre norteamericana me pareció acertadísima. La soledad y el hastío de la antigua leyenda están muy bien retratados. Como en Réquiem por un sueño, Aronofsky nos muestra la otra cara del sueño americano, la cara de quien cogió el tren del éxito pero no supo aprovecharlo. El personaje de Randy podría ser un personaje de una canción de Bruce Springsteen, un fracasado que se resignó hace tiempo a serlo. El personaje puede parecerse al Rocky de Stallone, pero Rocky al final consigue su sueño. Randy ya no tiene sueños.
Otro tema que la peli explora muy bien es cómo la sociedad necesita de gente que la divierta a base de sufrir, aunque todos sepan que el espectáculo es mentira. La identificación de las masas con un luchador y cómo le van exigiendo cada vez más me pareció por momentos de una brutalidad mucho mayor que los golpes y la sangre de las peleas. Esta identificación de los seguidores me recordó a la genial Danzad, Danzad malditos!
La forma de rodar es tan convencional como impecable. Esta vez no hay montajes acelerados ni experimentos varios, la peli en ese sentido es bastante clásica: un drama sin paranoias ni alucinaciones (que podría haberlas incluido fácilmente). La peli gana así bastantes enteros a ojos de un público más acostumbrado al cine normal. Por momentos parece que Darren Aronofsky nos va a dejar noqueados con algún experimento suyo, pero no. Con una buena historia y buenos actores es suficiente, no hace falta más.
Siempre me ha parecido que Mickey Rourke era un gran actor. Soy fan suyo desde El corazón del Ángel (tremenda película) aunque su carrera ha sido bastante penosa. Ahora parece que vuelve de la tumba tras muchos excesos y no menos estupideces (sólo hace falta ver la cara que se ha dejado).
Lo que no parece que haya cambiado es su gran capacidad como actor. Para mí está excelente. Su composición del personaje es genial (la forma de andar, de hablar, el pelo, las miradas, esa voz de ultratumba). Se ajusta como un guante al personaje. No sólo físicamente (gran trabajo para un tipo de más de 50 años) sino también interpretativamente hablando.
El personaje y él tienen bastante en común. Mickey también tuvo su momento de gloria y lo dejó pasar tontamente. Esta peli puede ser su último combate para volver a ser un campeón, yo creo que lo ha logrado con la mejor interpretación de toda su maltrecha carrera. A mí me encantaron su personaje y su interpretación.
Del resto del reparto, Marisa Tomei (Antes que el diablo sepa que has muerto) y Evan Rachel Wood (Thirteen) están bastante bien (aunque casi no me di ni cuenta de ellas, el personaje de Rourke se come la pantalla y eclipsa al resto de actores). Por cierto, que Marisa Tomei parece que a los 40 años le ha pillado el gusto a salir ligerita de ropa, aún así está muy bien. También la aparición de muchos luchadores reales ayuda a dar credibilidad al film.
En resumen, un film amargamente genial.