A principios de los ochenta, cuando rondaba los diez años, me llevaron a ver al cine una serie de películas que me dejaron marcada mi afición y por las que guardo un grato recuerdo: Gremlins, ET, Indiana Jones y el templo maldito, El retorno del Jedi, Los Cazafantasmas,… Ahora, más de tres décadas después me hacen este remake de la última y las dudas eran lógicas porque el film original marcó a varias generaciones, por lo que cabe plantearse si era necesaria una nueva versión. Pero en el Hollywood actual donde nada es intocable (cualquier producto que triunfó en el pasado puede volver a hacerlo), ¿de verdad que el film de 1984 es tan genial como para sentar cátedra y ser inamovible? Pese a quien pese la respuesta es NO.
Tras esa primera matización también hay que dejar claro otro detalle: lo peor que se puede hacer a la hora de ir a ver un film así es idealizar el material de origen. Como dijo Steven Spielberg cuando se estrenó Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal: “esto es tan solo una película, no el segundo advenimiento de Cristo“. Pese a ello se que muchos odiarán a muerte esta nueva versión incluso sin haberla visto, con el típico argumento de que está violando sus tiernos recuerdos de infancia, sin valorar que los remakes también pueden servir para que las nuevas generaciones descubran títulos que no conocian.