A principios del 2015 se estrenó una película de animación titulada El libro de la vida que tuvo un nivel de éxito más bien escueto (recaudó a nivel mundial más o menos el doble de su presupuesto), aunque fue bien recibida entre cierto sector de la crítica (en el cual me incluyo) Producida por Guillermo del Toro, el citado film nos acercaba a una festividad tan tradicional como es el Día de los Muertos en Mexico desde un punto de vista optimista en una historia tan vibrante como brillante que en su momento llegué a premiar como la mayor sorpresa de aquel 2015. Por eso tengo que admitir que esta 19ª producción de la factoria Pixar venía con las evidentes expectativas comparativas con la antes mencionada El libro de la vida (¿sería “más de lo mismo” o tendría algún toque original?) a lo que añadir la tendencia actual en la compañia del flexo para sacar réditos (o sea, ingresos) de fórmulas conocidas que no arriesgarse con nuevas propuestas (claro ejemplo de lo cual es la serie de secuelas de algunos de sus títulos más populares en los que están ahora enfrascados)