Ya era hora. Los alemanes están aprendiendo y le están sacando partido a su historia con películas más que interesantes (Goodbye Lenin, Lutero, El hundimiento). La última en llegar ha sido esta peli del director novel Florian Graf Henckel von Donnersmarck (menudo nombre) que se ha llevado todos los premios habidos y por haber (incluido el Oscar a mejor película en habla no inglesa en 2006); una historia sobre opresión, censura, espionaje y caza de brujas en la antigua RDA.
La otra macarrada del tandem Robert Rodríguez- Quentin Tarantino, esta vez dirigida por el primero.
La nueva locura del amigo Tarantino forma parte con Planet terror (de Robert Rodríguez) del programa doble llamado Grindhouse que en Europa vimos por separado debido al fracaso en la taquilla USA. Al dividir la película original en 2 segmentos, en Europa hemos podido disfrutar de escenas eliminadas en el metraje americano, alguna de ellas realmente soberbia.
Pues una película política en toda regla. Personajes hablando sobre la política exterior norteamericana, Afganistán, Irak, terrorismo, la ambición de los políticos y el pasotismo del pueblo.
Gran película que narra la dura vida cotidiana de unos refugiados Kurdos que esperan que la inminete invasión norteamericana de Irak mejore algo su situación.
No soy muy aficionado al cine de Paul Thomas Anderson. Su primera película Boogie Nights no estaba mal y nos hizo pensar que estábamos ante una nueva promesa. Magnolia no me pareció una película tan genial como muchos otros opinan, demasiado larga y dispersa. Punch-drunk love (Embriagado de amor) no me gustó nada, es un experimento insoportable que sólo consiguió irritarme.
Anderson es un tipo que sabe rodar y siempre tiene historias interesantes pero es tan peculiar (leáse aburrido o pedante) que no es fácil conectar con su cine. Comparte con Wes Anderson no sólo el apellido sino también unas ganas tremendas de hacer lo que le da la gana e innovar. Innovar, lo que se dice innovar… sí que innova. Pero también aburre.
