Vivimos una gran época dorada en cuanto a adaptaciones de comics de superhéroes, ya que más allá de la variable calidad de cada una de ellas, sin duda alguna hay tantas opciones para escoger (tanto en la gran como en la pequeña pantalla) que uno se siente desbordado. Pero al igual que ocurre en las viñetas, dentro de este género la “voz cantante” parecen llevarla Marvel y DC (si bien de una forma más acertada la primera que la segunda, al menos hasta el momento) lo que deja con la sensación de que la mayoría de ellas están cortadas por un mismo “patrón”, variando tan solo meros detalles según las características de cada superhéroe (o grupo de ellos) Por eso se agradecen películas como El hijo (cuyo título original es Brightburn), que nos acerca al popular género de justicieros enmascarados desde una óptica más terrorífica, tomando como base al que podriamos denominar como el superhéroe más básico y primordial de todos: Superman.
Por todos es conocido el origen del citado kryptoniano: con un planeta al borde de la extinción fue enviado en un cohete hacia la Tierra, donde la familia Kent (que le puso de nombre Clark) le inculcó todos esos buenos valores de los que empezó a hacer gala cuando comenzó a actuar como su alter-ego Superman. En esa “realidad” todo fue bastante bien, pero imaginemos por un instante que las cosas se hubiesen torcido y que en vez de crearse al superhéroe primordial lo que saliese de ahi fuera un villano con todas las de la ley. Pues bien, ESO es lo que es esta El hijo (Brightburn): la versión tenebrosa de un hipotético Superman.