En 1994 se estrenó El cuervo, dirigida por Alex Proyas, y que se convirtió en un film mítico por ser el último de Brandon Lee, el hijo de Bruce Lee. La película, que en su momento me gustó mucho, me descubrió a su (por entonces) desconocido director, al que me propuse seguir. Cuatro años más tarde llegaba el turno de Dark City, título emblemático que muchos creen que fue la evidente inspiración que tuvieron los Wachoski cuando al año siguiente presentaron Matrix. Hasta 2004 no volví a ver nada suyo, siendo en este caso Yo robot, donde adaptó la obra literaria de Isaac Asimov bajo los parámetros de un blockbuster de Hollywood con estrella de renombre (en aquel caso Will Smith), lo cual quiso repetir con Nicolas Cage en Señales del futuro con resultados más… dispares.
Con este preámbulo quiero dejar claro que, gusten más o menos los films mencionados, todos cumplían unos mínimos básicos para poder decir de ellos que como mínimo eran más o menos entretenidos, por lo que uno no se explica que el responsable de ellas sea capaz de presentar un BODRIO tan grande como la presente Dioses de Egipto. Pero lo peor no es que sea mala (que lo es) si no que su director no lo admita, atacando a los críticos que pusieron a caldo a este film cuando se estrenó en Estados Unidos el pasado mes de febrero. Tengo que reconocer que su fiasco en la taquilla americana y sus nefastas críticas levantaron mi curiosidad, porque cada uno tiene sus gustos y siempre te queda la duda de que a lo mejor a ti te gusta algo que al resto no: ¿de verdad Dioses de Egipto es tan mala como dicen? Visto lo visto no puedo menos que afirmarlo rotundamente.