Con un claro guiño a El silencio de los corderos (pero ahora con el Doctor Lecter al otro lado de la jaula) ha acabado hace poco la primera temporada de Hannibal, serie que intenta llevar a nuestras pantallas de televisión al mítico canibal al que dió vida en cine Anthony Hopkins. Con una audiencia paupérrima que ha ido poco a poco decreciendo me asombró enterarme de que la NBC le concedía una segunda temporada, de la que su productor Brian Fuller ya ha dado algunos trazos iniciales. Pero teniendo en cuenta la mala suerte que tiene este señor con sus series (Tan muertos como yo, Criando malvas) no tengo yo muy claro que vaya a conseguir las siete temporadas que él ha previsto.
Quienes hayan visto todas las apariciones del famoso psicópata ideado por Thomas Harris sabrán que son cuatro las novelas en las que ha aparecido (una por película) con la particularidad de que El dragón rojo conoció dos adaptaciones y la precuela última estrenada en cines (con Gaspard Ulliel como un joven Hannibal) fue la más obviable y olvidable entrega hasta ese momento, tanto en pantalla como en su base literaria, al ser un claro intento de “estirar” la franquicia para que siguiera siendo rentable. Llevarlo al terreno catódico parecía reiterativo, máxime cuando lo visto en El silencio de los corderos no llegará hasta una hipotética quinta temporada, pero me llevé la agradable sorpresa de encontrarme como protagonista principal a un Hugh Dancy que en la piel del agente Will Graham lo llevaba a terrenos no vistos antes ese momento, ya que sin caer (pero sin despreciar) al procedimental clásico, la serie se centra más en la perturbadora y enfermiza reconstrucción de los crímenes que hace Will en su mente que en la tópica y típica búsqueda de pistas que lleven al culpable.