Edgard Wright estuvo a punto de ser el director de Ant-Man, pero los responsables debieron de pensar que era mucho riesgo, lo cual resulta extraño cuando uno ha visto una película como Baby Driver, que respira por todos sus poros todo aquello que uno le pide a un entretenimiento de verano. Supongo que el (relativo) temor estaría en que es un director muy personal, que al igual que por ejemplo Tarantino consigue dejar su huella en todo aquello que pasa por sus manos, siendo menos manejable que otros realizadores más rutinarios que no tienen problema para que la productora de rigor les dicte como han de proceder.
Esta Baby Driver, sin ser (ni pretenderlo) ninguna obra maestra, si se puede decir que es un magnífico musical repleto de altas dosis de acción (o a la inversa, no hay problema con ello) cuyo ritmo parece ser el de un continuo videoclip de 115 minutos en el que Edgard Wright ha montado la historia del film (una sencilla y funcional, pero muy bien retratada) al ritmo del muy extenso listado de canciones que van sonando en uno de los Ipad del joven protagonista (un muy acertado Ansel Elgort a quien se le ha visto en varias entregas de la saga Divergente o en la notable Bajo la misma estrella), que dispone de tantos que tiene para cada día de la semana o según su estado de ánimo.