De los mutantes de Marvel hay que reconocer que Fox ha hecho films para todos los gustos: tenemos la trilogia inicial, la de Lobezno y esa trilogia precuela (que con el presente título deja de serlo, porque ya es el cuarto) a lo que añadir las dos entregas de Deadpool. La calidad de esa docena de cintas (contando la presente) ha sido variable, con picos de bastante validez pero también con agujeros de la indiferencia más absoluta. Aunque fuera Bryan Singer quien comenzó esta franquicia hace ya casi 20 años, el hecho de ser el director que se ha encargado de más entregas (cuatro hasta el momento) no ha sido obstáculo para que se haya equivocado, como dejó patente en Apocalipsis, la entrega previa a esta. Por eso que el cambio a Simon Kinberg, el director de esta entrega que hasta ahora había actuado como productor de esta franquicia, dejaba las puertas abiertas a que el resultado final fuera a mejor… o empeorara (insisto en que son 12 películas donde ha habido de todo) Afortunadamente hay más de lo primero que de lo segundo.
En esta X-Men: Fénix Oscura siguen la misma evolución por décadas que en las secuelas previas, de tal manera que si Primera Generación estaba ambientada en los años sesenta, Dias del futuro pasado en los años setenta y Apocalipsis en los años ochenta, la de ahora nos situa en 1992. Se cierra esta extensa saga, a la espera de que sea relanzada por Disney una vez la integre en el universo Marvel cinematográfico, y lo hace intentando corregir errores previos, al volver a una historia ya vista en X-Men 3: La decisión final.
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