Ken Loach es un director valiente. No se preocupa de hacer grandes espectáculos visuales ni películas divertidas. No usa grandes alardes técnicos ni grandes estrellas internacionales. Su cine es otra cosa. Busca concienciar al espectador frente a los problemas de la Europa actual, su cine es un cine de denuncia social.
Si anteriormente Loach nos habló de la guerra civil española (Tierra y Libertad), los abusos del Thatcherismo (Agenda oculta), el IRA (El viento que agita la cebada), el problema del paro (Mi nombre es Joe), el capitalismo (Lloviendo piedras) o los problemas de las madres solteras (Ladybird, Ladybird), ahora se ve en la obligación de hablarnos de la inmigración y el negocio que genera.