El género del terror es uno de los más trillados y lo mismo que ocurre con otros (como el western), las novedades brillan por su ausencia, por lo que todo depende de como sus responsables desarrollen unos elementos más o menos previsibles (a lo que no ayuda la proliferación de avances de todo tipo previos al estreno de cualquier film, que casi podriamos decir que te adelantan lo más sustancioso) Es por eso que desde hace ya varios meses no veo (al menos no completo) muchos de los trailers de próximos estrenos, para así disfrutar (o no) de manera genuina cuando me enfrente a cada nuevo título en cuestión, lo más libre posible de expectativas previas que pueden quedar satisfechas… o no (en cuestión de gustos la cosa ya depende de cada cual)
En el caso que nos ocupa tengo que admitir que no había visto ningún tipo de avance, por lo que no sabía mucho más allá de lo que el propio título ya nos cita (lo que me llevó a recordar a la televisiva franquicia de CSI, que acostumbró a muchos telespectadores a ver las salas de autopsias por dentro, siendo ahora algo más usual) Tampoco mentiré si admito que a priori no me parecía algo muy interesante como para centrar en ello todo el film, pero como siempre he agradecido más el terror sugerido que el específico, por ser más escalofriante “suponer” que “saber”, decidí darle una oportunidad bajo esa premisa (sumado a que en el pasado Festival de Sitges de 2016 ganó el premio especial del jurado, con lo cual algo le habrían visto para ello)