El slasher es uno de esos géneros de los que se ha abusado TANTO que ahora mismo las novedades brillan por su ausencia, circulando por unos terrenos previsibles que dificultan la sorpresa del espectador veterano. En estas últimas cuatro décadas uno ya ha visto tantos serial-killers que han llenado de sangre las pantallas, que poco hay de destacable a día de hoy, y salvo los contados casos que han tenido algo de dignidad o algún detalle más o menos sorprendente y/o sugerente, el resto han sido las enésimas secuelas, reboots o remakes de éxitos pretéritos.
Como ejemplo de película de este género más o menos llamativa sobre las demás, una de las más recientes fue Los Extraños hace una década, por lo que resulta sorprendente que se hayan tardado diez años en sacar adelante una secuela, ya que lo rentable de la entrega inicial (sólo costó 9 millones de dólares, recaudando a nivel global más de 80) llevaba a la deducción de que lo aprovecharían antes (sirva de ejemplo por entonces el triunfo de otro título del género como Saw, ingenioso en origen pero luego abusivo en secuelas)