Admito que pertenezco a la generación que conoció a Los Pitufos por la famosa serie de animación de los ochenta (aunque conservo una foto de cuando era un bebé en el que mi madre me había puesto en la cuna, entre otros peluches, uno de Papá Pitufo o Gran Pitufo, por lo que lo mio ya vendría desde mi más tierna infancia) Pero mira tú por donde que para traerlos a las nuevas generaciones se realizó el film de 2011 que no niego que me entretuvo, pero que admito que no logró convencerme (al menos no como para ver la posterior secuela, inédita para mi en el momento en que escribo estas líneas)
Y es que en el fondo no acababan de cuadrar la situación de ver a esos duendecillos azules perdidos en Nueva York cual si fueran una especie de Gremlins: de hecho no había en la primera película (y supongo que en la segunda tampoco) esa esencia clásica de los famosos personajes ideados por Peyo hace más de medio siglo, ya que su idiosincrasia es tan particular que resulta muy dificil (cuando no imposible) hacer una versión real de unos personajes tan específicos (cosa que también le ocurre a otros famosos personajes tales como Mortadelo y Filemón o Asterix, ambos con su origen en las viñetas y que han tenido versiones tanto de animación como en acción real, decepcionando estas últimas)