EL ÚLTIMO SAMURÁI (The last samurai, 2003)

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Tras hablar de Valkiria, no puedo evitar publicar este post sobre El último samurái. Un film paradigmático de cine espectáculo a servicio de una estrella. Técnicamente perfecto pero algo vacío de contenido. Me explico tras el salto.

La historia de un traumatizado ex-soldado norteamericano que sobrevive como atracción de feria y recibe la oferta de irse a Japón para instruir a un ejército no es mala. Luego la historia da un giro, el soldado es capturado y se hace afín a los motivos de los samuráis rebeldes a los que debía ayudar a liquidar (algo así como en Bailando con lobos). Con ellos superará sus traumas, adicciones y se encontrará a sí mismo. De paso habrá alguna atracción amorosa y buenas escenas de batalla. Nada más.

Yo esperaba que el acercamiento al Japón del siglo XIX fuera un poco más allá de los trajes y los decorados. Era una muy buena oportunidad para que en occidente nos enteráramos un poco de qué iba eso de los samuráis, los emperadores, el shogunato, el budismo, el bushido, el arte de la guerra, etc. Nada de nada.

Las mejores aproximaciones a la sociedad feudal nipona las hizo (obviamente) el japonés Akira Kurosawa en films como Ran (Caos), Kagemusha (La sombra del guerrero) o Shichinin no samurai (Los siete samuráis). Films todos ellos totalmente recomendables aunque algo largos y lentos a ojos del espectador moderno.

Oriente no tiene buena suerte en el cine, las aproximaciones Hollywoodienses se suelen quedar en el mero exotismo. No hay apenas acercamientos serios a la cultura oriental. Para ello tienes que ver películas orientales. Quizás sólo Bertolucci con El último emperador hizo un intento serio de plasmar la cultura oriental.  Memorias de una geisha fue una loable aproximación al mundo de las geishas pero se quedó en el exotismo de los trajes y casi no profundizó más allá.

El budismo, en especial, es una religión bastante mal tratada por el cine. Bertolucci nos aburrió con El pequeño buda, Scorsese fracasó con Kundun y Anaud nos defraudó con Siete años en el Tíbet. Estas películas pueden resultar quizás demasiado largas y lentas para el espectador.

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El último samurái es puro cine espectáculo, un film de aventuras sin más pretensiones que entretener. No intenta explicarnos las costumbres de la época. Se queda en los tópicos de siempre: kimonos, peleas con espadas, harakiris (Sepuku) y unos budas ante los que se postran los personajes pero no se sabe si rezan, meditan o simplemente duermen.

No se intenta acercar al espectador a la sociedad feudal nipona, ni a la religión budista ni explicar los códigos éticos ni morales de los samuráis. No se explica en ningún momento que el emperador era una figura decorativa, se le consideraba hijo de los dioses pero el poder los ostentaba y ejercía el Shogun. La sociedad estaba basada todavía en el sistema feudal, muy parecido al de la Europa medieval. Los samuráis eran como los nobles de Europa, eran la casta privilegiada, guerreros que oprimían al pueblo a cambio de protección frente al ataque de clanes rivales. Todo este obsoleto régimen es el que el emperador Meiji cambió a finales del siglo XIX. Intentó acabar con el poder de los samuráis (señores feudales que se resitían al cambio) y modernizar el país.

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El guión se queda en el mero topicazo, mucha lucha con espadas y mucho traje pero poco contenido. Los diálogos intentan ponerse trancendentes pero acaban sonando bastante insustanciales. Hay buenas oportunidades de plasmar las diferencias entre las dos culturas y el acercamiento entre ambas. Pero el guión las desaprovecha. Se centra mucho más en el trauma del personaje de Cruise que en el interesante conflicto en el que estaba sumido Japón. Pienso que ambas tramas son compatibles y se podría haber llevado a cabo un film divertido a la vez que didáctico.

Además en el film se establece una analogía entre la guerra contra los indios en Norteamérica y la modernización de Japón. Lo que pasó con los indios no creo que fuera una guerra, fue un exterminio. La modernización de un país no puede pasar nunca por el exterminio de sus habitantes autóctonos. Otra vez Hollywood dando lecciones y metiendo la pata.

Eso sí, los films dirigidos por Edward Zwick ( Resistencia, Diamante de sangre, Leyendas de pasión) son siempre buenos espectáculos visuales y este film no es una excepción.

La fotografía es espectacular (realmente preciosa) así como la música de Hans Zimmer, quien realiza una emocionante banda sonora cercana a los sonidos del genial compositor japonés Kitaro.

El último samurái es simplemente un vehículo técnicamente perfecto para el lucimiento de la mega estrella Tom Cruise (que sale siempre muy guapo y muy bien peinado). Un lucimiento caro y muy bien manufacturado, pero hueco.

5