Tengo que reconocer que soy simpatizante (que no fan) de la saga Star Trek pero aunque hay algunos aficionados que reniegan de ella, el reboot que realizó J.J.Abrams en 2009 me parece que consiguió insuflarle vida a una saga ya un tanto caduca (sobretodo por la edad de muchos de los miembros de la serie original sesentera (*)) algo que el propio director superó en su secuela, que me parece todavía mejor (es curioso que tras gozarla estaba estusiasmado con la idea de que J.J.Abrams fuera el responsable de Star Wars: El despertar de la fuerza porque me imaginaba algo así, cuando luego fue más bien un remake del Episodio IV de 1977)
Ante no poder hacerse cargo de esta tercera entrega de la saga para la gran pantalla, Abrams se quedó como productor, delegando la silla de director en Justin Lin, cuya mayor referencia hasta la fecha había sido varias entregas de la franquicia Fast and furious. Hay que decir que el cambio es tanto positivo como negativo, ya que el trabajo de Lin es claramente continuista del previo de J.J.Abrams, aunque por contra también es cierto que no aporta novedades dignas de mención para el seguidor habitual de esta saga, lo que no priva para ofrecer a cambio una aventura vibrante y enérgica.