Han sido varias las versiones que ha tenido Ben-Hur pero para todo el mundo la más emblemática es la de 1959 dirigida por William Wyler y con Charlton Heston en el papel principal. No por nada el citado film consiguió ganar 11 Oscars, algo todavía no superado por ningún título posterior (Titanic y El retorno del Rey tan solo igualaron esa marca), por ello el realizar un remake se antojaba una pésima decisión, ya que estamos hablando de un título mítico del Séptimo Arte (en mayúsculas) La cinta de 1959 recuerdo haberla visto varias veces en televisión hace años, me he leído la novela en la que se basa en mi época de colegial, e incluso mi madre cree recordar que la vió de estreno en su momento, aparte de repetir en posteriores pases televisivos.
Asumiendo el no tener reciente ninguno de los hechos citados, aunque guardando un grato recuerdo de los que me atañen, me atreví a darle una oportunidad a este remake que se ha convertido sin problemas en el mayor descalabro entre los blockbusters de este verano (una época en la que antes se sumaban los éxitos pero que en este 2016 ha dado algunos fiascos que no han cubierto expectativas debido a sus altos costes) Ante las cifras tan disparatadas que en ocasiones se gastan para “supuestos” éxitos asegurados yo me pregunto si es que les sobra el dinero o alguna cosa así, ya que me parece increible que no se den cuenta de lo que la gente quiere (y lo que no) antes de crear mastodontes de celuloide como en este caso que se estrellan sin remedio en la taquilla (sin haberles ido tan mal como a la presente Ben-Hur, las nuevas versiones de este año de Cazafantasmas y Tarzán son dos ejemplos de películas que esperaban que fueran más rentables, teniendo el lastre de sus grandes y excesivos presupuestos: 144 y 180 millones de dólares respectivamente)