Sé que esto no es un blog personal, sé que no es mi blog (sólo soy una machaca), sé que no os interesa una mierda mi vida, pero necesito compartir ciertas cosas que me pasan y que me desconciertan, así que me da igual lo que penséis, os lo cuento y punto.
Así que aquí empieza la entrega de esta nueva sección, cada cual más escalofriante… Pasen y lean…
17 de Octubre de 2008. Valladolid. 21:00 hora local. Bar de todos los días. Tomándome unos chismes con mi niño.
Llega una chica, veintipocos, más pija que Hello Kitty, manga corta con bufanda (fai un frío que escaralla o pellello, como diría un buen amigo coruñés). Pide un café “con la leche no muy caliente, bueno, más bien templada, aunque si puedes échamela fría”. Ahí empezamos a flipar. Se sienta sola en una mesa, con su café.
Mesa al lado de la pija, 3 chicas, veintitantos, a su bola, contándose sus cosas. Hasta ahí todo normal.
De repente, la pija pega la hebra con las chicas de la mesa de al lado. Literalmente, no deja que las demás participen en la conversación. No para de hablar, flipante, parece que ni respira. Las chicas salpican su monólogo con “ajá”, “si, si…”, pero en el fondo piensan “qué hemos hecho para merecer esto, pírate ya”, pero son demasiado educadas para echarla.
En un momento dado, una de las chicas comenta su edad, 26 años, y la pija le dice “pues que vieja”. La chica alucina, contesta con un simple “oye bonita, no te pases”, la pija cambia de conversación, contándoles que es de una peña de un bar (conocidísimo), y preguntando si conocen dónde está y si suelen ir por allí. Soy yo, y le diría “no suelo, y ni ganas que tengo si estás tú por allí”.
La pija se termina el café, se despide con un “encantada de conoceros” y se pira.
Yo no termino de creérmelo, somos incapaces de contar cosas triviales a nuestros amigos o a nuestra pareja, y le contamos nuestra vida a los primeros que tenemos al lado simplemente porque nos aburrimos. ¿Ser extrovertido, aburrimiento o estupidez humana? Soy incapaz de responder la pregunta, pero dada la fama de rancias que tenemos las pucelanas, no sé yo… (que no quiere decir que lo seamos, ¿eh?). Más bien egoísmo y afán de protagonismo, ganas de hablar simplemente de uno mismo. Por lo menos la chica tiene alta la autoestima y se quiere un montón, que no es poco.