Una película basada en la historia real del escritor y director de la misma Shean Meadows. Cuenta la historia de cómo se vio metido con 12 años en una banda de cabezas rapadas. 1983 fue el año de la guerra de las Malvinas. No fue un buen año para crecer en Inglaterra. Punks, Skinheads, Góticos, mods, románticos, new waves, heavies y demás tribus urbanas buscaban su propia identidad.
No es tan divertida comoTrainspotting, ni una obra maestra como La naranja mecánica, ni se dedica únicamente a sacar la peor cada de la juventud a lo Larry Clark (Kids, Ken Park). Meadows simplemente crea su propio terreno. Nos advierte con conocimiento de causa cómo un joven inadaptado puede caer fácilmente en una banda violenta. El odio necesita una justificación, un objetivo. También el propio desarraigo está aquí apuntado como motivo para unirse a una banda: al menos se pertenece a algo, se forma parte de algo. Ya sea una nación o una banda.
El funcionamiento de las bandas, sus símbolos (peinados, ropa, zapatos, tatuajes, banderas), los primeros escarceos sexuales, las drogas, la difícil relación con los padres, la fascinación por la violencia y la verborrea ultra/nacionalista son temas que quedan muy bien reflejados y son lo mejor de la película. También la ambientación en el año 1983 está muy lograda.
No es un film perfecto, pero está bien llevado y vale la pena verlo. Cada espectador debe sacar sus propias conclusiones. Me pareció especialmente reveladora la última escena del film, en la que el niño levanta su mirada en el último segundo hacia la cámara, mirando fijamente al espectador. Interrogándole.
Los actores están muy bien. Me gustaron mucho el niño protagonista (Thomas Turgoose) y Combo, el cabecilla del grupo (Stephen Graham) , realmente geniales. Creo que darán bastante que hablar en el futuro.
En definitiva, una película entretenida y que invita a la reflexión.